Yo de nuevo

Gracias a Dios pude sentarme a escribir estas líneas, después que mi casa ha sido una loquera, por estos días con visitas, mi cumpleaños y trabajos que se están haciendo, con suerte he tenido tiempo de revisar mi casilla, he bautizado mi hogar como "El Peral", los que saben, saben.

Hemos sido testigos de los últimos días de la administración Lagos como presidente de la república, y por estos días ha inaugurado nuevas extensiones del metro en Santiago que son un orgullo patrio, lo cual merece felicitaciones. Pero como la maravilla no puede ser tanta, yo voy a hacer mis descargos. El tren inaugurado por Ricardito I de Caleu, nuestro presi, antes de las elecciones presidenciales de diciembre en dirección al sur, versus, el metro de Santiago, es una abierta humillación de nuestras autoridades al pueblo que gobiernan, dejando claramente de manifiesto que en este país existen ciudadanos de primera y segunda clase.

Mientras nuestro presidente inauguro el tren, sin siquiera el periodo de "marcha blanca" para poder conseguir unos cuantos votos para la señora Bachelet y días después hemos sido testigos que dicho tren al sur del país es un verdadero asco, una burla y humillación, porque no hay semana en que no seamos testigos y víctimas de algún problema con nuestro tan añorado tren, y como "todo cojo, le hecha la culpa al empedrado", salen con las excusas mas inauditas que conociera o escuchara en mi vida, como si fueramos retrasados mentales. Pero como los "Santiaguinos" son ciudadanos de primera clase, gozan de un tren de primer nivel, mientras que los "provincianos", somos ciudadanos de segunda, tenemos que aguantarnos las sobras Europeas compradas por "las brillantes" autoridades Chilenas.

Es de esperar que los electores nos hagamos respetar y como consumidores le hagamos la vida imposible a quien corresponda para exigir un servicio de primer nivel como corresponde y no uno de "mala muerte" como tenemos actualmente, solo en mi país podía ocurrir semejante situación.

Hasta la próxima, y continuaremos con los pecados capitales que se vienen buenos.